Domingo
V de Pascua, 10 de Mayo.
Cristo Resucitado nos llega, hoy
también, con María, mujer de fe, de alegría y de paz, modelo para nosotros.
EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA
Jesús dice de sí mismo que es “el
Camino, la Verdad y la Vida” (nadie podía haber dicho esto) y su Madre lo
siguió como nadie, vivió la Verdad que llevó por nueve meses y por siempre en
el corazón y se alimentó de la Vida verdadera, pues que lo había engendrado en su seno. Que Ella que nos
ayude a conocer, seguir y amar a Jesús.
I.- Cuantas veces, en nuestra vida, no
sabemos por dónde tirar; en las situaciones normales y concretas del día a día
¿qué hacer? “pro y contra” ¿qué camino seguir? Como cristianos, siempre y en todo momento “Seguir a Jesús” y
preguntarnos qué haría Él, e ir adaptando nuestras decisiones a su estilo; para
ello, ahí tenemos los Evangelios. Cada uno de nosotros, todo ser humano tiene una
meta y yo pienso que para todos es Dios-Padre; el cristiano sabe que Jesús es
el Camino para llegar a Él.
¿QUÉ CAMINO SEGUIR?
II.- Buscamos
la verdad; la mentira nos molesta y hasta nos humilla; el ser tratados con
mentira nos degrada; la mentira en las relaciones humanas, nos hunde y destruye hasta aniquilar esas mismas
relaciones. La mentira es fuente de desunión y de ruptura; va contra la
dignidad humana. Pero no se trata de esas “pequeñas verdades” de 2+2=4, o de
tal suceso o de tal otro, ¡No! el ser humano corre tras la Verdad grande, la
única y definitiva verdad (que se
refleja en las demás verdades del día a día) y esa no es otra más que Dios.
Jesús nos lo ha mostrado como Misericordia y Perdón, Padre de todos los hombres
a los que ama y llama hijos. ¡Aliméntate de esa Verdad que es el mismo JESÚS!
EL SER HUMANO CORRE TRAS
LA VERDAD GRANDE, LA ÚNICA Y DEFINITIVA
VERDAD Y ESA NO ES OTRA MÁS QUE DIOS.
III.-
La vida, lo que más apreciamos, que la tenemos en nuestras manos y que está
siempre amenazada por los odios y rencores, enemistades, desprecios e
injusticias, hambres, guerras y tantos atentados contra la vida de niños,
ancianos, enfermos, seres humanos y contra la misma naturaleza que nos
sustenta; hoy también por el “coronavirus” y ¡fíjate! algo tan insignificante,
un microbio, que trae a la humanidad de cabeza, y se nos escapa la vida, pues,
aunque superemos la situación, (muchos
no la han superado, por lo cual menos optimismos interesados) siempre
seguiremos en “riesgo” y al final, decía San Agustín: “aquel que se salva,
sabe; el que no se salva no sabe nada”
Buen domingo, que la Alegría de Dios nos acompañe.
Antonio Aranda Calvo, sacerdote.
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