Este Domingo IV de Cuaresma tiene el sobrenombre de <Laetare>,
es el Día de San José y se celebra la Campaña del Seminario:
sobre lo primero digamos que, ante el horizonte de la Resurrección de Cristo,
pasados bastantes días de Cuaresma, la alegría se vive en las comunidades
cristianas. Al ser el Día de San José, felicitemos a todos los que llevan este
nombre, pedimos al Santo por la Iglesia y por las familias, y aprendemos de Él,
como hombre bueno y justo que cuidó de Jesús y de María con supremo Amor.
Siempre debemos pedir a Dios por nuestros sacerdotes y por las vocaciones a esa
vida de servicio y de alabanza a Dios. Necesitamos sacerdotes para nuestra vida
espiritual y para la Iglesia; colaboremos con empeño y especialmente en las
Jornadas Vocacionales, que se nos ofrezcan en nuestro ambiente.
José de Medina y Anaya. Hacia 1760
Madera tallada, policromada y dorada. 183 x 100 x 52 cm (sin peana)
Capilla de San José. S. I. Catedral de Jaén
La elección de David, para Rey de Israel, por parte de Dios,
es un signo de cómo el Señor llama a su Viña a que quiere, espera la respuesta
libre y le da la gracia necesaria para cumplir con la misión. Él es nuestro
Pastor y nada nos falta.
La segunda lectura y el Evangelio nos proponen abrir el corazón
a Cristo, como Luz del mundo, que ilumina el camino a
seguir en nuestra vida diaria, ilumina el interior de nuestro corazón y hace
veamos el mundo y los hermanos como un regalo del Padre Misericordioso. Pero
centrándonos en el Evangelio podemos destacar: *Al
llegar a la Ciudad encuentran a un ciego, y preguntan los discípulos ¿Quién pecó para nacer ciego? Respondía a una creencia arraigada: la enfermedad es
fruto del pecado; pero Jesús es Luz y Vida, viene a comunicarlas, y las transmite
a ese hombre con gestos bautismales: el agua, la unción y con ello el
Espíritu. *El ciego por la acción de
Jesús transformado, descubre que es un hombre libre, aunque hasta ahora no lo
había experimentado. Estaba limitado, pero a partir de su encuentro con el
Maestro ha cambiado su experiencia personal y la percepción que a partir de
ahora tendrá la gente de él (“Nació ciego para que resplandezca en él el poder
de Dios *Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”). Ese cambio
desconcierta a todos: dudan y hasta los propios padres no quieren admitirlo,
pues ven peligrar su autoridad; tampoco los jefes pues comprometían con ello su poder sobre el
control de la pureza de la religión. De ahí el empeño en no aprobar que alguien
como Jesús, pueda realizar algo semejante. Ellos que tienen el poder y el
privilegio sobre la ley para saber lo que viene de Dios y lo que es fruto del
mal, no entienden que pueda provenir de lo alto algo que no es acorde a la Ley,
aunque de ello se derive la curación y liberación de un hombre ciego. Y menos,
viniendo de alguien que no guarda el sábado.
*Con la acción sobre el ciego, Jesús manifiesta el núcleo
central de la liberación sobre el hombre, le devuelve la conciencia de su valor y, el valor de todo
ser humano: su dignidad y su libertad. Así manifiesta Dios
su Amor en el encuentro con Jesús. Encuentro en el ser humano, que hace
presente a Dios en su experiencia de amor, y quien la acepta en sí nace de Dios
y tiene una vida nueva.
*El ciego ha cambiado, no sabía quién era
Jesús, pero ante la acusación de los fariseos de que fuera un pecador, responde
con la convicción clara de lo que le ha ocurrido a él: “yo solo sé que era
ciego y ahora veo…Vosotros no sabéis ni de donde es, y él me ha abierto los
ojos…si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder”. El hombre
débil y víctima de la opresión, por la luz que recibe de Jesús, se
convierte en un hombre libre, libre de la autoridad de los
fariseos y de su sistema. El ciego ha comenzado a ver, no sabe quién es Jesús,
pero cuando Jesús sale a su encuentro,
se abre, se postra y lo reconoce, pues se siente iluminado por su presencia y
su luz.
*Aquí también se ve el proceso difícil de la fe; desde el
momento que el ciego comienza a ver, salen las dificultades: la soledad, el
abandono y la exclusión. Es
un camino para descubrir lo que en nosotros hay de inhumano y, cambiando el
corazón, aprender a confiar en el ser humano, pues la ceguera es no tomarse en
serio la fe en el ser humano, ya que si Dios se encarnó en él nos encontramos con El. La confianza en
Dios pasa por la confianza en el ser humano. Al fin la narración nos lleva
a reflexionar sobre nuestra fe en el Hijo del Hombre. El acto de fe, que hace
el ciego curado, es un acto de fe en Dios mismo. “¿Tú crees en el Hijo del
hombre?” “Creo Señor”. Quiero Jesús encontrarme contigo, corazón con corazón,
rostro con rostro, mírame Jesús Dios mío.
Antonio
Aranda Calvo. Sacerdote.
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